sábado, 3 de diciembre de 2011

Conociendo a Hekate Cthonia.


Este título me sorprendió bastante, pues me acuerdo que en mis principios temía nada más que oír pronunciar el nombre, me parecía lo más oscuro de esta diosa, y por aquel entonces, lo oscuro me daba mucho miedito.

Hoy, haciendo un ritual dedicado a esta faceta, Hekate se mostró en su esplendor pero sutilmente, yo creo que por mi estado de apertura que tanto escasea últimamente, más que por Ella en sí.
Desde su invocación comencé a percibir las enseñanzas que este título ofrece, enseñanzas que vienen de lo más antiguo y firme, de los cimientos de la tierra, de sus calientes entrañas; eso que lo griegos llamaron inframundo.
El manto líquido que me habían explicado en geología durante la ESO, había cobrado vida bajo mi conciencia, sentí el latido desde el núcleo hasta el exterior, un latido profundo, contundente, ruidoso, vibrante, lento, cálido, vivificador.  Recorrió mis manos y piernas, erizando el vello de todo mi cuerpo.

Entendí la relación que guardan la tríada de los planos celestial, terrenal e inframundo, ambos extremos soportan al medio, como dos columnas que sujetan una pared, o dos sujeta libros a un libro. Cada uno tiene su función, en el inframundo encontramos nuestros cimientos más firmes, aquellas cosas que nos hacen ser quienes somos, es lo que nos hace ser únicos, lo que se refleja en el plano que vivimos, y nos sostiene como las raíces a un árbol. Luego está el marco celestial, como aquello a donde vamos, a lo que aspiramos, hacia donde crecemos; tal y como lo hace una planta al crecer hacia la luz del sol. Y el plano terrenal, es el existente, en lo que todos los demás planos cobran vida, y se materializan, es como el papel en el que un dibujante traslada su idea, su boceto, y le da vida; y también como el ambiente donde crece la planta, enclavada en la tierra, mientras crece bidireccionalmente.

En el momento de conectar con la tierra, con el inframundo, elegí música de tambores, yo pensé bailar algo sencillo, pero poco a poco sentía más fuerte la energía de Cthonia subiendo por mis pies, mientras de las plantas se extendían unas raíces firmes y gruesas, hechas de hueso y carne, la música y la energía cobraron sentido dentro de mí, me llenaron y me dejé guiar por ella, bailé y bailé, con los pies descalzos sobre el frio suelo, golpeando y luego acariciando su superficie, cogiendo energía como si de una pila fuera. 
Extasiado, me tumbé sobre el piso, cansado, con la respiración agitada,  notando la mitad de mi cuerpo fría y la otra mitad caliente, esta sensación fue migrando a diversas zonas de mi cuerpo, sentía un abrazo que me envolvía como si estuviese enterrado, de una forma  muy amorosa.




Ahora sé que también bajo mis pies, debajo cada paso, está Ella.



Hail Hekate Cthonia.


Perseo Dymantos


1 comentario:

  1. que bella experiencia comentas y si es cierto yo senti lo mismo del nombre de la diosa yo tambien nunca me he sentido bien si escribo o pronuncio su nombre mas de 3 veces en una conversacion , por algun motivo y esto viene desde mis primeros contactos con la diosa

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