domingo, 25 de marzo de 2012

Las cicatrices de Hékate.

En los comienzos de la humanidad, las habitantes del planeta tierra conocieron el profundo poder de la naturaleza. Comenzaron a ponerles nombres y género, y más tarde a rendirles culto, interactuando las energías de la naturaleza, hacia un fin concreto.
Con el paso del tiempo éstas fuerzas, se convirtieron en Diosas y Dioses, y en un lugar inconcreto (o quizás en varios), se empezó a atisbar la Diosa que hoy conocemos como Hekate. Supongo yo, que en aquellos lugares, se reconocía el Matriarcado Divino, no de una manera hembrista, más bien como feminista en donde no habia una jerarquía como la conocemos hoy en las religiones monoteistas, sino como el reconocimiento de que es la mujer quien da a luz, y por lo tanto, da vida.

Pasó mucho tiempo hasta que se sintezó a la Hékate primigenia, pero ésta fue herida por los mismos seres que la habían sintetizado. A la que habian creido una diosa de la luz, la convirtieron en la diosa de la oscuridad, y sus ropajes rojos y blancos de vida, fueron teñidos de negro muerte. Desterraron su estancia en los tres reinos al inframundo impío. Siendo Diosa de todas las plantas, la renombraron como diosa de los venenos.

Comenzó entonces la época oscura de Hékate, donde se acercaban a ella los moradores de sombras, los locos, los olvidados, los mendigos, y las prostitutas. Personas que habían sido heridas por la sociedad en la que vivían, por su propia vida, o por el paradigma dictatorial del patriarcado.

Ella escuchaba sus plegarias de media noche, iluminados por las tibias estrellas, cubriendo sus rostros hacia sus compatriotas, y no como hijos, sino como hermanos Ella los trataba, observaba las cicatrices que enseñaban, y Hékate les enseñaba las suyas que éstos tomaban como grandes lecciones.




Las cicatrices de Hékate:
En lejanas tierras fui amada,
Los campesinos cultivaban semillas mientras entonaban mis cánticos,
bailaban para que les trajera mis lluvias y criara las plantas que les daría sus alimentos,
Los pescadores clamaban mi nombre para que protegiera su embarcación y les diera la abundancia de la pesca.
Antes de amanecer, veían mi rostro en el alba, y dedicaban una sonrisa porque sabían que venía a bendecirlos con mi luz.

Pero más tarde, se instauró un paradigma nuevo, lo antiguo y considerado bueno, fue considerado malo e incluso punible.
Muchas personas extendieron miedos a todos mis hermanos, mancharon mi nombre, y abrieron una herida que hoy ya es cicatriz.

Mi nombre ahora era temido,
Los campesinos aclamaban para que no viniera con mis tormentas y destrozara sus cultivos,
Los pescadores me culpaban de las marejadas, ciclones, temporales, y de la escasez de la pesca,
Al anochecer, cuando no había luz ninguna, huían de la oscuridad que me habían achacado.
Mi hogar, que había sido la Tierra, bañada por el mar, y oxigenada con el aire, lo habían desterrado al fondo del olvido, un lugar que todos temían por sus horribles habitantes.
Y allí, desterrada, maldita y herida, decidí sanar.
Cogí un palo y dos piedras, y las golpeé una y otra vez hasta que mis manos sangraron, pero finalmente conseguí encender un fuego en aquel oscuro pozo siseante y alcé mi primera antorcha.
Me ví rodeada de serpientes, que se alimentaban de la sangre que brotaba de mis heridas,
no había agua, ni alimento, así  que aprendí de ellas y me nutrí de mi propia sangre,
se formó un vínculo intenso entre nosotras, pues habíamos sido desterradas, y solo buscábamos sobrevivir.
Me puse a indagar por las cuevas, y pronto fui conocida como la que iluminaba las sombras en ese lugar, la única portadora de luz.
La fuerza de mi llanto y de mis gritos parecía traspasar todas las capas, y los de arriba me conocían como la que hablaba a través de la tierra.
Pronto entendí el funcionamiento y la naturaleza de este nuevo hogar,
y decidí cuidar de los seres que ahí entraban, y me hice guía de almas,
Yo, que soy más antigua del tiempo, olvidé por completo el mundo de arriba y a sus habitantes,
y mi vida en el inframundo, como la temida y la oscura, me empezaron a resultar cómodos y agradables, pues había encontrado un oficio que conservaba mi naturaleza bondadosa,
y entonces, mi herida cicatrizó.

Una noche, oí mi nombre, que surgía de un llanto lejano, y de la superficie.
Con temor, decidí subir, intrigada por la llamada, y me encontré a una mujer de rodillas, golpeando la tierra con su puño, llorando y sangrando.
Le tomé de la mano, y escuché su herida,
y tras esto le enseñé mi cicatriz.

Yo fui desterrada a un lugar oscuro, y sin fuerzas encendí la primera luz  que había visto ese lugar.
Me nutrí con mis heridas, y gracias a ellas me levanté,
me hice compañera de criaturas malentendidas,
grité, lloré y vagué por las entrañas de la tierra,
y esto me sirvió para crecer
Me nombré guía de almas y conseguí seguir amando.

Y ahora, aquellos que me hirieron han aprendido una lección,
pues en su intención de destruirme,
solo me han hecho más Fuerte.


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Este texto no se trata de la historia de Hékate sino de diversas síntesis que he sacado yo mismo de los textos antiguos donde Ella es relatada. Eso, mas una dosis de inspiración, vivencias, y lecciones me han ayudado a escribirlo.
Un fuerte abrazo.
Perseo Dymantos.



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